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Espalda - Francisca Montero
Pierna - Francisca Montero

Osteopatía Funcional

La Osteopatía considera al paciente como un todo complejo, formado por un cuerpo físico que se ve afectado por sus emociones, pensamientos, por el entorno y por la manera de reaccionar ante lo que vive.

A nivel fisiológico sucede algo similar: todas las estructuras que conforman nuestro cuerpo están interactuando constantemente. La función del osteópata consiste no solo en conocer la anatomía, sino, sobre todo, en palpar y reconocer el estado de esos tejidos, así como la armonía —o falta de ella— en el conjunto.

El objetivo es liberar los obstáculos y ayudar a que la movilidad de los tejidos —músculos, huesos, fascias, órganos, etc.— sea lo más libre y armoniosa posible. También se busca que los líquidos del cuerpo puedan moverse con su fuerza y libertad natural. A partir de ahí, es el propio cuerpo el que pone en marcha sus funciones de homeostasis, de equilibrio interno y externo.

Dentro de la Osteopatía existen diferentes abordajes. Son más conocidas las técnicas estructurales, los llamados trust o «chasquidos». Sin embargo, yo prefiero el abordaje funcional, con técnicas fasciales y sensoriales, muy agradables y poco invasivas, aptas para cualquier persona y a cualquier edad.

La Osteopatía es, ante todo, una forma de ver y comprender al ser humano en relación con la salud. A.T. Still, su fundador, decía: “La enfermedad la encuentra cualquiera, no así la salud”. Y es que comprender qué nos lleva a estar en salud —en una relación armoniosa y fluida con nosotros mismos y con el entorno— no es siempre fácil.

El camino de observación y tratamiento que ha seguido la Osteopatía en su desarrollo tiene como norte un principio básico: que en el ser humano —y en toda forma de vida— existe una capacidad autocurativa y autorreguladora. En nosotros está todo lo necesario para mantenernos en salud. La labor del osteópata, a través de sus manos, es potenciar esa fuerza cuando, por causas internas o externas, no somos capaces de activar nuestros propios recursos.

Uno podría preguntarse: “Si tengo todo lo necesario para estar bien, ¿por qué no lo estoy”. Ya sea que suframos una enfermedad, un accidente o un trauma, el cuerpo pone en marcha todos sus recursos para limpiar y regenerar los sistemas afectados. Esto es válido tanto para una fractura, como para una dolencia o un trauma psicológico. Sin embargo, a veces el cuerpo no logra reestablecer por sí mismo el estado óptimo de salud y tiene que adaptarse, perdiendo parte de su funcionalidad.

El osteópata observa la importancia de la relación entre estructura y función. Un brazo está hecho para el movimiento, no para estar rígido. Y aunque todos sabemos que estaríamos mejor con otros hábitos, vivir no siempre es fácil, y vamos perdiendo funcionalidad en el camino.

Como dice una expresión en inglés: “If you don’t use it, you lose it” (lo que no usas, lo pierdes). Para evitarlo, es fundamental la libre circulación de los líquidos que nutren, limpian y lubrican los tejidos. Pero esto también puede aplicarse a la energía o, incluso, a niveles más sutiles: nuestro modo de pensar o sentir. Cuando adoptamos patrones fijos o respuestas emocionales automatizadas, perdemos vitalidad y frescura.

La Osteopatía usa técnicas que se basan en el principio de la facilidad. Con el objetivo de buscar el silencio neurológico y un reseteo medular que normaliza la función. Eso restaura la función nerviosa y metabólica, mejora la homeostasis y, con ello, se equilibra la movilidad del tejido.

 

La Osteopatía Funcional evita la confrontación con cualquier tipo de barrera y se mantiene dentro de la amplitud del movimiento existente, permitiendo que los reflejos intrínsecos efectúen el cambio. Este abordaje es muy adecuado para pacientes con cuadros agudos, enfermos graves, procesos postoperatorios, ancianos y problemas crónicos

Masaje de Liberación miofascial

Las fascias son un tejido conectivo que funciona como una telaraña y que relaciona y comunica desde las capas más profundas a las más superficiales de todo el cuerpo. Rodea y separa músculos, órganos y nervios, aportándoles estiramiento y movilidad, además de nutrir, limpiar, proteger y transmitir información.

La fascia es el nexo de unión de todos los sistemas y el sistema vehiculizador de la sangre. Al ser tan sensible a los movimientos, puede verse fácilmente afectada por una inflamación, traumatismo, sobrecarga o falta de movilidad. Esta tensión, inflamación del tejido miofascial crónica, creará una fibrosis, un engrosamiento del tejido que generará dolor y aumentará la inflamación.

El término de “liberación miofascial” fue acuñado por A.T. Still, fundador de la Osteopatía. Este tratamiento libera la memoria tensional en las fascias, que pueden verse afectadas por una inflamación, traumatismo, sobrecarga física, falta de movilidad, estrés, así como enfermedades autoinmunes y un largo etcétera. Liberar esas tensiones o desequilibrios en el tejido miofascial rompe el círculo vicioso que provoca la inflamación y permite al cuerpo recuperar su equilibrio u homeostasis.

Los beneficios de la Liberación Miofascial no se reducen solo a eliminar adherencias, rigideces o toxinas. Devolver la movilidad, facilitar la circulación, permitir que las memorias se liberen, así como muchos dolores residuales, permiten mejorar el estado psicofísico general. A su vez, producir cambios en los reflejos activos que mantienen la espiral de la lesión provoca un reajuste neurológico que normaliza la función del tejido afectado, con la consecuente disminución de la sintomatología y un confort general.

Cabeza - Francisca Montero
Cuello - Francisca Montero

Terapia craneosacral

Existe una estrecha relación entre varias estructuras del cuerpo: una continuidad entre el sacro, la duramadre y las membranas intracraneales o meninges, las cuales están bañadas por el líquido cefalorraquídeo, producido en los ventrículos cerebrales.

En este sistema sacrocraneal se producen movimientos sutiles con un ritmo propio, correspondiente a las fases de producción y reabsorción del líquido cefalorraquídeo dentro de los ventrículos intracraneales.

Este flujo puede percibirse en todo el cuerpo a través del sistema de fascias, revelando zonas que presentan bloqueos o disfunciones.

Mediante movimientos muy sutiles, es posible intervenir sobre este sistema, generando cambios significativos que repercuten tanto en el sistema nervioso como en el estado general del paciente.

Las bases de la Terapia CraneoSacral se encuentran en los orígenes mismos de la Osteopatía, cuando el sucesor de A.T. Still, W.G. Sutherland, inició sus investigaciones en el campo craneal.

Observando la disposición de las suturas craneales, Sutherland cuestionó la creencia de la época según la cual el cráneo adulto estaba completamente soldado. Propuso que dicha disposición permitía micromovimientos, y, basándose en el principio osteopático de la relación entre estructura y función, dedujo que si las suturas estaban hechas para el movimiento, aunque mínimo, ese movimiento debía cumplir una función en el organismo. Así comenzó su investigación.

Sutherland dio gran importancia a la capacidad del terapeuta de sentir, pensar y ver con las manos, lo que le permitió percibir nuevos ritmos y flujos sutiles dentro del cuerpo. Además, reconoció que toda célula está viva y que es posible establecer una comunicación con cualquier estructura del cuerpo, ya que posee un grado de conciencia y sensibilidad.

A partir de sus trabajos, surgirán diferentes enfoques dentro de la Terapia CraneoSacral, los cuales profundizan en el potencial autocurativo del propio paciente y en el papel del terapeuta como punto de apoyo para que ese proceso pueda desarrollarse a niveles cada vez más profundos.