SOBRE MÍ

Mi trayectoria

Desde pequeña he tenido una inclinación a tocar y sentir a través de mis manos. En casa aprendí de mi madre el autocuidado y el bienestar que producía estirarse y tomar conciencia del cuerpo.

Más tarde conocí el Shiatsu y lo practiqué con personas cercanas, pero no fue hasta que descubrí la Osteopatía y la Terapia Craneosacral que decidí dedicarme de lleno a las terapias manuales, en el año 2017.

Por mi manera de ser, me he decantado por líneas terapéuticas más suaves, pero no por ello menos profundas o efectivas. Esto me ha llevado a buscar herramientas dentro de la Osteopatía menos invasivas, como son las Técnicas Funcionales o la Liberación Miofascial. La Terapia Craneosacral permite un reseteo a nivel nervioso muy potente, que practico generalmente hacia el final de las sesiones.

En estas terapias es muy importante la escucha del terapeuta, lo cual considero un arte. Descubrí que mis años de aprendizaje en retiros de meditación budista me habían dado una base: una estabilidad, una capacidad de entrar en el silencio… herramientas que puedo llevar a las sesiones con mis pacientes. Y en cada sesión descubro que, cada vez más, desarrollo la presencia, la escucha y la capacidad de colocarme en un lugar más neutro y espacioso.

Conectar con esa espaciosidad beneficia también al paciente, ya que generalmente vive su problema como un conflicto. Sentir la conexión con un estado de calma, amplio y seguro, facilita al mismo tiempo el proceso de liberación.

Misión

A través del trabajo manual y de una presencia atenta y respetuosa, acompañar al paciente a tomar contacto con lo que está experimentando. Sean dolores, bloqueos, disfunciones, alteraciones nerviosas o emocionales, darles lugar a ser reconocidos. Ese reconocimiento, en un contexto terapéutico en el que la persona se siente segura, permite liberar patrones y memorias, el sistema nervioso se resetea, los tejidos se reordenan y las funciones recuperan su libertad natural.

Visión

Necesitamos recuperar una relación más saludable y armoniosa con nosotras mismas y con el entorno donde nos movemos. Gran parte de los desequilibrios que tenemos las personas hoy en día son causados por un estilo de vida que agota nuestro cuerpo y mente, sin ser conscientes de ello. Lo que pensamos, sentimos, hacemos o no hacemos, repercute en nuestra fisiología. Somos una unidad, de la que somos responsables. La salud propia no es algo exclusivo de unos profesionales, es en todo caso una labor conjunta entre terapeuta y paciente. Recobrar esta visión, puede acercarnos a una comprensión más integral de nuestra vida y mejorar la relación con el mundo en el que vivimos.

Valores

Trabajo desde la escucha activa, la confianza, la empatía y la honestidad profesional, sosteniendo un espacio seguro donde cada persona pueda sentirse acompañada, vista y respetada en su totalidad. Los valores son, para mí, el horizonte hacia el que uno se dirige, con los que uno se revisa continuamente. La horizontalidad en la relación entre terapeuta y paciente: si bien el terapeuta ofrece una visión de la salud y la enfermedad, unos conocimientos y herramientas, es importante recuperar la responsabilidad como individuos. La enfermedad es una consecuencia y, si no miramos hacia qué nos ha llevado a esa situación, difícilmente podremos resolver el conflicto de raíz. En ese sentido, el terapeuta es un facilitador, ofrece un espacio seguro en el cual el paciente puede conectar con lo que está sucediendo dentro suyo y liberar las memorias, tensiones, conflictos, para recuperar un estado más armonioso en su relación consigo mismo y con el mundo que le rodea. Para ello, como terapeuta, es fundamental practicar la humildad, reconocer que no tenemos la solución a los problemas de otros. Pero sí podemos ayudar con lo que somos, en ese camino hacia la libertad y la armonía en la integridad de la otra persona.