El principio de autocuración en Osteopatía

Uno de los principios sobre el que se funda la Osteopatía es el que enuncia que “el cuerpo tiene todos los recursos para su autocuración”. Este planteamiento del padre de la Osteopatía,  Andrew T. Still (1828-1917) habla de las capacidades de recuperación inherentes a la naturaleza de todo lo que tiene vida, ya que no se limita al ser humano, a la vez que es una flecha al  hombre de su época, que vive cada vez más  alejado de ese principio. Still es de la convicción de que el cuerpo humano es una máquina perfecta, en él está “la farmacia de Dios”, y es posible encontrar todos los recursos en su interior para restablecer la salud. Si existe un mecanismo capaz de generar calor, por fuerza existirá uno capaz de enfriarlo, cuando sufrimos un corte, un sinfín de funciones se activan para regenerar esa zona dañada y todo eso funciona sin que tengamos que pensar en ello.

 La función del osteópata será la de liberar, estimular y facilitar la circulación y la libre distribución de todos esos componentes que se encargan de mantener al organismo en un correcto equilibrio, cuando por motivos diversos, el organismo no lo logra por sí solo. Pero no es necesario agregar nada externo, sino activar los recursos inherentes al organismo.

Still vivió una época marcada por la pobreza, de gentes mermadas por las guerras, hambrunas y condiciones de vida muy difíciles. Hijo de médico y pastor, tuvo ocasión de familiarizarse con la medicina de su época así como con los enfermos. Descontento con las prácticas médicas, veía que se estaban reduciendo a meras supersticiones, a la prescripción de drogas tóxicas y el excesivo uso de sangrías, las cuales aún debilitaban más la poca salud de la población. Con gran visión, y probablemente influenciado por el contacto con los indios shawnee y sus prácticas médicas, así como la relación entre Naturaleza y Espiritualidad, es capaz de observar que la enfermedad es una consecuencia de la relación del hombre con la Vida, y su estado enfermo refleja la pérdida de equilibrio y, cada vez más, la pérdida de contacto y coherencia con las  leyes universales que rigen todo lo vivo.

Still reconoce en el saber y prácticas médicas de su época una falta de confianza en las capacidades del humano. Pareciera que el humano es débil, de naturaleza enfermiza y dependiente, y en el ámbito de la salud, sin la farmacología no podría vivir. Creo que podemos detenernos un momento y pensar si esta idea nos resulta familiar… Parece uno de los pilares en los que se funda nuestro mundo occidental, personas dependientes en el que gran parte de las disfuncionalidades de nuestro cuerpo son corregidas con el consumo de fármacos.

En este contexto, el pensamiento de Still sigue siendo una llamada de atención para quien la quiera escuchar. El cuerpo tiene unas capacidades de adaptación y recuperación sorprendentes, sin embargo, también tiene sus límites. Pero considerar esto supone volver la vista hacia nosotros mismos, hacia la vida que nos imponemos o dejamos que se nos imponga: los niveles de exigencia, mal descanso, alimentación de bajos aportes nutritivos, excesos de estímulos y contaminantes, etc. Y nos sorprende que el abanico de enfermedades crezca, que el cuerpo duela tanto… Y esto que hacemos con nosotros no es muy distinto de lo que hacemos con el entorno en el que vivimos. El planeta se aqueja del mismo agotamiento.

En ese sentido, una de las características del principio de autocuración es enfocar en aquello que está en desorden, tomar contacto con ello. Primer paso para liberar unos circuitos atascados o alterados, sean a nivel mental, físico, emocional o energético. Asumir la responsabilidad y recuperar la coherencia es labor conjunta e individual. Por incómodo que resulte.

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